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jueves, 9 de octubre de 2014

La firma del mago

 Aquí dejo el seguiente capítulo de la historia, espero que la disfrutéis:


De camino a la posada donde se celebraría el banquete en su honor, Álesmir se cruza con la mujer a la que había salvado en el mercado, esta corre a abrazarlo muy agradecida. Aprovechando la situación, comienza a preguntarle por lo ocurrido en el mercado, especialmente por aquel encapuchado. Al principio se muestra reacia, pero termina cediendo ante la insistencia de su salvador “No conozco al hombre, pero estoy segura de que lo encontrarás en la Bodega del goblin astuto, pero ten cuidado, ahí se reúnen muchos mercenarios, ese sitio no es trigo limpio.”

Caminando feliz con su melocotón, Quarion llega a la antigua residencia y encuentra la puerta forzada y la casa patas arribas, signos claros de un reciente registro, aquello le inquieta y se marcha del lugar meditando sobre que podría haber sucedido y quién era el responsable de aquello, sin saber que aquella misma mañana lo había conocido y se disponía a reunirse otra vez con él en un par de horas.

Un eladrín ataviado con túnicas de aspecto arcano entra en la armería de un enano. La escena, del todo inusual, no termina ahí, pues este comienza a hacer preguntas por unas extrañas runas “Si quieres saber de esas cosas, ves a hablar con la bruja tíflin, yo no entiendo de esto.” Sin perder la esperanza, el mago le muestra otro símbolo, aquel había visto en la túnica del encapuchado, el mismo que el de aquella extraña carta. “¿y esto le suena de algo?” Tamaña sorpresa al ver la expresión del enano. “Por supuesto, ¿acaso tú no sabes lo que es? Es la firma de un mago, no puedo decir de cual, pero es eso, sin duda.” Al escuchar estas palabras, Cáralos hizo un ejercicio de memoria y recordó haber visto una firma similar tiempo atrás, pero con ligeras variaciones, por eso no había podido relacionarlas hasta ahora, sin embargo, era incapaz de recordar donde la había visto. Demasiados libros mágicos habían pasado por sus manos y recordarlo todo con exactitud se tornaba una laboriosa tarea. No tardó en marcharse de allí, no sin antes preguntar por algún arma que pudiera interesarle a sus potenciales nuevos compañeros.


Como habían acordado, Élencor acude a la orilla del río. El mismo hombre de la taberna le espera. Un saludo seco y sin más dilación vuelve a preguntarle por lo ocurrido. “No puedo contarte mucho, pero si buscas respuestas, ve a la Bodega del goblin astuto. Pero ten cuidado, es un lugar peligroso, no conviene ir solo.” “Gracias pero yo acostumbro a ir solo, no necesito a nadie más.” Le responde el elfo tajante. El hombre percibe la hostilidad del interlocutor y se marcha rápido. Élencor se dispone a hacer lo mismo cuando se topa con Álesmir. “¿Y ese tipo? Supongo que estás investigando sobre lo ocurrido esta mañana.” “Esto no tiene nada que ver con eso – responde al semi-elfo, que con su perspicacia percibe la mentira – Era un asunto personal.” Lo que le faltaba un semi-elfo curioso. “Oye, si necesitas ayuda podríamos prestártela.” Le respondió este. “Yo hago las cosas solo, además preferiría que me violara un kobol a que me ayudara un sucio semi-elfo como tú.” Hacía ya tiempo que Álesmir no escuchaba aquella expresión, casi había olvidado como era relacionarse con los elfos. “Está bien maldito elfo, tú mismo.” Y así se dio por zanjada la conversación.

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