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lunes, 13 de abril de 2015

Expediente Edduard Harowl - La Llamada de Cthulhu (Parte 3)

No tardaron en encontrar a Julius y ponerse al día. El arqueólogo se asombró tanto, como lo habían hecho sus compañeros al escuchar la historia que relataba el diario del desaparecido Harowl.
    Aquel pueblo empezaba a pasar factura a sus tranquilas y mortales mentes. Ciudades construidas en el mundo de los sueños. Un Freak de lo paranormal y fanático de los extraterrestres, que creía en civilizaciones más antiguas que la mismísima creación y, ¿cómo no? en entes divinos capaces de exterminar toda vida en la tierra tan solo con pensarlo. Pero lo peor de todo era que al avanzar la investigación la cordura y la sensatez iban perdiendo sentido.

    La información del informe policial y la del diario no fue suficiente para trazar una nueva ruta en la investigación, a ciegas, tantearon las posibilidades que tenían y todo indicó a una única persona, el patrón de Edduard. Localizaron la mansión de Arnold H. Lovehigs sin dificultad alguna, pues era la única en todo el pueblo que hacía gala de esplendor, en contraste con el resto de casas de los trabajadores. El mayordomo del señor Lovehigs fue quien recibió a los curiosos investigadores, tras invitarles a esperar en el recibidor de la mansión, se perdió entre la inmensidad de los pasillos en busca del señor de la casa. Un anciano en bata apareció caminando lentamente, mientras guardaba su equilibrio ayudado por un bastón con empuñadura de marfil. Con un gesto de cabeza saludó a los desconocidos y extendiendo su mano se presentó; fue poca la información que extrajeron de aquella incursión. El desaparecido Edduard no era originario de la zona, se mudó con su tío, al parecer único pariente. Era taciturno y hombre de pocas palabras, hacía poco por hacer amigos, aun así, era apreciado en Brexton. Cuando enfermó a causa del estrés el señor Lovehigs se encargó de costearle los cuidados y medicamentos, así como asistencia cualificada de expertos en la mente y el comportamiento humano. El hombre alegó que aquella empresa era como una gran familia, y cada empleado y empleada eran como hijos o hermanos. Sin más que aquel anciano pudiera hacer se despidió de los investigadores, no sin antes invitarles a volver si lo creían preciso y facilitándoles la dirección del psiquiatra que trató a Edduard.

    La desilusión anidó en los desalentados investigadores tras una reunión exprés de última hora, la cual no abrió nuevas vías de investigación, salvo que el señor Harowl tomaba fármacos experimentales, cuyos efectos secundarios eran, entre otros muchos, delirios y alucinaciones. Esto fue como un jarro de agua fría, pues todo lo que había contado el director de La Luz Primigenia, y que habían conseguido ir cuadrando con el fragmento de diario, quedaba relegado a la triste historia de un enfermo magnificada por un loco. Después de aquello decidieron irse a dormir para aclarar ideas. La decisión más acertada del día.

   A la mañana siguiente El Cultivo parecía un criadero de nervios. Había más gente de la habitual, todo embadurnado de un gran revuelo; una figura se posaba imponente en la barra, mientras apuraba el café. Chareles, el dueño del bar, se acercó a los investigadores y les presentó al doctor Harold Grey. Este les explicó a que se debía todo el alboroto de buena mañana, pues la pequeña de los Wayland había caído inconsciente de forma repentina.

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