El detective John
y el biólogo Agno llegan a la casa del desaparecido. Atraviesan el umbral de la
puerta para entrar en territorio hostil. Una casa dejada que acumula trastos y
suciedad a partes iguales en cada mueble. Dentro de aquel caos, el despacho del
señor Harowl tenía cierto orden, o más bien, tenía su proceso de acumulación de
trastos. Montañas de documentos repartidos por el suelo y la mesa
entremezclados con ropa sucia, libros abarrotados en una pequeña estantería y
todas las paredes forradas con bocetos. Los dibujos seguían un patrón, era el
mismo hombre, visto desde diferentes perspectivas, al borde de un acantilado
dejando caer una piedra.
Registraron la habitación a
fondo, tal y como ya había hecho la policía la primera vez. Resignados y dispuestos
a abandonar la búsqueda trastearon por última vez los cajones del escritorio;
uno de estos sin ofrecer mucha resistencia se abrió dejando entre ver un falso
fondo. Descubrieron allí el diario del señor Harowl. Agno empezó a devorar las
páginas mientras John continuaba con la investigación. Abstraído en la lectura
del diario, el rostro del biólogo se descomponía a medida que avanzaban las
hojas. La lectura finalizó y el francés lanzó una maldición que captó la
atención del detective. “Este pobre diablo ha perdido el juicio. Habla de
visitas a lo que él llama La Tierra de
los Sueños. También una ciudad llena de gatos que le vigilan y… Dice que ha
muerto. Bueno, no él. Su Yo onírico y no sé qué otras sandeces más. Tendré que
volver a leer el diario con más tranquilidad. ¡Ah! Por cierto ¿Sabes lo mejor?
Falta la última página, supongo que aquí contará el cómo volver a entrar, ya
que era su gran angustia. Dice que desde que murió oníricamente no ha podido
volver a entrar.” El detective John miró desconcertado al francés, intentando
encajar de manera razonable toda aquella información digna de una historia del mismísimo Lovecraft. El detective abrió la boca
para hacer una pregunta, pero Agno lo interrimpió añadiendo “Por cierto,
tenemos que ir a la biblioteca en busca de un libro escrito por un tal –Agno repasa
rápidamente una página del diario- Kuranes”.
Con la misma intensidad y
rapidez con la que habían llegado a la casa del desaparecido se marcharon, con
un rumbo claro, encontrar a Julius y proseguir con la investigación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario