-Hago una pausa y bebo un poco de agua para calmar los nervios y
recomponerme- Lo que habíamos vivido hasta ese momento nos había parecido una
locura, pero la verdad es que la pesadilla sólo acababa de empezar. Solamente
habían transcurrido unos minutos desde que habíamos dejado la sala de espera de
aquella clínica y un coche patrulla aparcó delante de la puerta. Uno de los
agentes bajo y nos preguntó si estábamos todos bien. –La tristeza
del recuerdo anida en mi mente. El dolor y la culpa se reflejan en mi
cara. –Debí haber permanecido callado pero por desgracia para él no fue así.
Sin pensar en el protocolo de seguridad que estaban siguiendo les dije que si
podían ayudarnos con nuestro amigo Valentí, que estaba herido y necesitábamos ayuda.
Sin dejarme acabar la frase el policía desenfundó el arma y observó la herida
de Valentí, sin decir nada a nadie disparó.
El ruido del arma nos
golpeó a todos. Aquella jodida broma no pensaba acabar nunca… sin duda alguna
el peor trago fue para Xoco. Ver morir a Valentí fue algo que nunca podremos
olvidar. Pero sin duda alguna fue algo que rompió a Xoco por dentro. El policía
se alejó un poco de nosotros y nos pidió que levantáramos las manos, quería
pasar inspección. En ese momento todos pensamos en Lucía, también había sido
mordida y viendo la suerte que había corrido Valentí no esperábamos un final
distinto para ella. Mientras el agente hacía la ronda de inspección ella
intentaba cubrirse la herida, mientras Carras y yo nos miramos entendiendo que,
si el agente pretendía disparar a Lucía tendríamos que hacer algo. Los dos
asentimos y esperamos a ver qué era lo que ocurría. Cuando el agente le pidió a
Lucía que le enseñara los brazos esta se mostró reticente; bajo amenaza de
pistola acabó cediendo y el policía vio la herida. Carras y yo nos volvimos a
mirar. Contando mentalmente para abalanzarnos y cuando estábamos preparados
para cometer la locura, el arma empezó a bajar poco a poco. El agente se
dirigió al coche y le dijo a su compañero que estábamos limpios.
La tensión acumulada
del momento se liberó de golpe y estuve a punto de vomitar. Cuando pensábamos
que por fin éramos libres, el agente nos preguntó cómo se había contagiado
nuestro amigo. Tras un breve silencio Xoco le explicó al policía todo lo
sucedido con mi compañera de piso. El agente palideció al escuchar lo de la
mordedura provocada por mi compañera y mirándome me grito de forma desagradable
–“¿Dónde vives?”- tensé los músculos y me mantuve en silencio. Ya había muerto
alguien por mi culpa y no pensaba dejar que se repitiera de nuevo. –“¿Dónde
vives chico? No pienso repetirlo”- Aquella vez la amenaza fue acompañada a
punta de pistola. Alex reacciono frente a la amenaza y le dijo al agente que él
los llevaría hasta el edificio a cambio de la porra que llevaba. Al policía no
pareció hacerle mucha gracia la verdad, nos echó una mirada cargada de aires de
superioridad y tras un pausado silencio despasó la porra y se la tendió a Alex.
–“Más vale que no vayas de listo”- Parece que el juego sin las amenazas no era
el fuerte de aquel agente de policía.
No había suficiente
espacio para todos en el coche así que fuimos andando. La verdad es que el
camino de regreso se hizo bastante más largo. Mi negativa de llegar me costó un
par de golpes y estirones. Una vez en el portar me pidió amablemente a punta de
pistola las llaves y yo le contesté que podía buscarlas si quería, pero que yo
no se las daría. El cacheo no les hizo perder mucho tiempo ya que el pantalón
sólo tenía dos bolsillos. Probaron las llaves y entramos. Alex los acabó de
guiar hasta la habitación, mientras tanto Carras y Yo entramos en la cocina y
nos hicimos con los cuchillos más grandes que encontramos. Recuerdo que estábamos
hablando de algo cuando un par de disparos cortaron la conversación. Supe
rápidamente lo que aquello significaba y solté el cuchillo para correr lo más
rápido posible hacia la habitación de mí compañera. Su cuerpo descansaba inerte enredado en una maraña de sabanas. Su brazo
desencajado y medio arrancado del forcejeo, del intento de escapar de aquella
jaula de tela; y… lo más impactante de todo fue el orificio de su cabeza, el
cual todavía humeaba. Yo me quedé absorto contemplando el cadáver de mi
compañera, ajeno a todo lo que ocurría en la casa. Al volver en mí y salir al
comedor con todos, escuche a Alex despedirse del grupo. Se iba con los
policías. Estos iban a llevarlo a su casa. Quería asegurarse de que su familia
estaba bien.
El golpe de la puerta al cerrarse me ayudó a
concentrarme. La casa estaba diferente… no estaba todo en su sitio. Los papeles
de encima de la mesa estaban de forma diferente a como los habíamos dejado.
Estaba seguro de ello ya que no pudimos empezar la partida de rol.
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