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domingo, 15 de noviembre de 2015

¿Un nuevo aliado?

“¡SEÑOR KELSON, ESPERE!” grita el semi-elfo.” Avandra, diosa de la fortuna, está de su parte y a pesar de la distancia este le escucha y se detiene. Mientras se gira para comprobar quién lo llama, Álesmir aprovecha para enterrar la punta de sus orejas (único elemento que delata su mestizaje feérico) con su cabello. Ya estaba bien de discriminación por ese día.
“¿Quién me llama?” La sorpresa se lee en su cara. “Soy James, encantado de conocerlo. Perdone que le interrumpa, pero es que ando buscando información para poder encontrar un tarro hermético de vida y me han dicho que usted sabría ayudarme.” Una sonrisa acude rápidamente al rostro de Kelson. “Te han informado bien. Aunque yo concretamente no pueda decirte donde hallarlo, si conozco a quién lo sabe. Prueba en el puesto de artículos encantados que hay en el mercado, cerca de la puerta norte, lo regenta un tíflin, dile que vas de mi parte y te ayudará.” “Muchas gracias, pero aún hay otra pregunta que deseo hacerle, ¿No sabrá usted nada acerca de una elfa llamada Tínfale?, al parecer hace poco que abandonó Valle del dragón.” Aunque Álesmir no guarda muchas esperanzas una pequeña luz se enciende dentro de sí al ver el rostro de Kelson. Ha reconocido el nombre. “La recuerdo, partió junto a su familia en una carreta hace un par de meses, hacia Baluarte del Martillo, pero nunca supe si llegaron a su destino.” Baluarte del Martillo, una nueva ubicación que reclamaba a Álesmir. Era el momento perfecto para irse, podía dejar atrás a sus nuevos compañeros, que seguramente no lograrían encontrarlo, a fin de cuentas ¿qué más le daba a él Orcus y la Reina Cuervo?... Pero no, algo dentro de él lo retuvo. Ahora tenía unos compañeros y una tarea que cumplir, aunque fuera junto al antisocial del elfo y los estirados de los eladrines. Si Tínfale llevaba dos meses fuera, un par de días no iban a cambiar nada. “Gracias por la información señor Kelson, que pase un buen día.” respondió y puso rumbo al puesto del tíflin.



Quiarion y Cáralos recorrían el camino hacia la fortaleza de Adulaida en silencio, no porque carecieran de temas de conversación o porque encontraran la situación tensa, sino todo lo contrario, el silencio era su forma de expresar complicidad. Todos los eladrines comparten algunos rasgos en su personalidad, la mayoría son gráciles y elegantes en las formas, se muestran recelosos ante otras razas... pero nada define mejor a los eladrines que el silencio, y es que como mejor se entienden entre ellos es callados.
Cuando por fin alcanzaron la fortaleza, solicitaron audiencia con el lord, pero un guardia les informó que se hallaba reunido y no podía atenderles. “En ese caso – dijo el mago – Muéstranos la biblioteca de la fortaleza.” Para sorpresa de los eladrines, el guardia les informó que la fortaleza de Adulaida carece de un biblioteca como tal, pues allí solo se encuentraba el registro civil, legando las funciones bibliotecarias a la torre de magos de la ciudad. El señor de la guerra y el mago cruzaron una mirada, para variar, las palabras sobraban pues ambos sabían que debían hacer “¿Cómo podemos encontrar la torre?” Preguntó Cáralos. “Es la torre más alta, la que puede verse desde cualquier parte ciudad.” Les indicó el soldado. Después de agradecerle las molestias al guardia, Cáralos y Quarin emprenden el camino hacia la torre.
Tras cruzar la ciudad de punta a punta, los eladrines alcanzarón la torre de magia. En ella, un joven mago los recibió. Sin pensarlo, Cáralos lo abordó a preguntas acerca de tomos prohibidos. El mago se asustó al escuchar aquello y se apresuró a indicarles que allí no encontrarían nada de aquello que buscaban, pues tanto poseerlos como comerciar con ellos era un crimen. Por suerte para los héroes, el mago no era un gran mentiroso y denota nerviosismos al responder, los eladrines lo percibieron y sin dudarlo, presionaron al  joven hasta que, finalmente, con un gesto de indecisión, este les pidió que esperaran y se adentró en la torre. Pasado un rato, un nuevo mago surgió del interior de la titánica construcción. El nuevo maestro arcano iba ataviado con una rica túnica llena de runas mágicas y empuñaba un gran bastón. Sin lugar a dudas era uno de los altos responsables de la torre. A pesar del respeto que una persona así puede imponer, Quarion y Cáralos no titubearon e insistieron con su pregunta. “Buscamos un tomo prohibido, ¿podemos encontrarlo aquí?”.

El recién llegado repitió las palabras de su antecesor, con la diferencia pero con una renovada firmeza y convicción.  Aun así, los eladrines no se rindieron. “Somos lo héroes que protegieron la ciudad hace dos días. Esto es por una buena causa. Un gran mal amenaza y necesitamos ese libro para combatirlo.” Dijeron. Algún efecto tuvieron que producir esas palabras pues el ilustre personaje se quedó pensativo y tras sopesarlo en silencio, el mago les condujo a una sala apartada. Había decidido confiar en ellos, pues sabía que decían la verdad.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Expediente Edduard Harowl - La Llamada de Cthulhu (Parte 5 FIN)

Con el golpe de la noticia en el cuerpo, decidieron ir a casa del señor Lovehigs y sincerarse con todos los descubrimientos que habían hecho, así como las sospechas. El viejo patrón, al escuchar toda la historia, lejos de tratarlos de locos, se levantó en silencio y volvió a los diez minutos con un libro entre las manos. Este libró perteneció a mi hermano. El pobre enloqueció y, a los cinco años de aquello, acabó quitándose la vida. En sus momentos de lucidez me hizo prometer que, cuando el no estuviera guardaría bajo llave este libro y libraría al mundo de su peso. Lo que ustedes me han contado me ha recordado a todo lo que me contaba él, por todo ello creo que deberían tener esto.

   En el trayecto de vuelta a casa Julius estuvo ojeando el libro, estaba en castellano antiguo y no tuvo problema para entenderlo. El libro hablaba sobre encuentros con criaturas extraterrestres y poderosas, capaces de esclavizar a la humanidad, entre tanto, durante la lectura, vio varias veces el nombre de una criatura llamada Gul. Finalmente encontró un apartado que explicaba unas especies de cánticos, a modo de hechizos para invocar criaturas. El grupo decidió que Julius se quedaría investigando cosas en el libro mientras el resto intentaba entrar en la tierra de los sueños oníricamente.


Agno y el agente Manson se tumbaron en las camas y empezaron a soñar. Todo parecía corriente, como tantas otras veces habían soñado, hasta que ambos toparon con el precipicio que tanto había trastocado al desaparecido Harowl. No lo dudaron precipitándose al vacío. Poco a poco, mientras se acercaban a un final que no lograban ver, sintieron como se iban deteniendo en el aire, cada vez caían más lentamente; hasta que se posaron en el suelo. Frente a ellos, una puerta custodiada por tres jueces que tras dotar de alimento del mundo onírico a los recién llegados, invitaron a descender por las escaleras del sueño. Cada vez a más profundidad. Cada vez más mortal.

   Llegaron, tal y como había hecho el desaparecido, a una ciudad infestada de gatos. Intentaron cruzar despacio, entre ellos, mientras estos los miraban atónitos. Alerta. Un mal paso hizo que una cola fuera chafada, desatando la tragedia. Todos los gatos empezaron a maullar y de los cielos descendieron unas criaturas aladas, desfiguradas, del tamaño de personas y atacaron a los investigadores. Intentaron defenderse con todo lo que tenían a mano pero les superaban en número y al poco del inicio de la batalla, ambos investigadores despertaron sobresaltados. Julius los miraba e intrigado preguntó por el viaje. Tras la explicación comprendieron que no podrían volver a entrar, tal y como le había pasado a Edduard. Pero Julius sonrió, pues había encontrado la forma. La llave de plata abriría la puerta y, el hechizo aprendido en el libro encontrado, los guiaría hasta una madriguera,

   Se adentraron en las faldas de la montaña y, una vez preparados, Julius recitó el salmo y un pinchazo cruzó por su sien, obligándole a cerrar los ojos del dolor. Cuando los abrió vio la salida de una madriguera, y la atravesó. Vio un paraje parecido al de la montaña donde ellos se encontraba; un fogonazo le nubló la visión y al volver en sí entendió el error en la traducción. El hechizo no mostraba la madriguera de un Gul; el hechizo te ataba a un Gul. Julius cerró el libro y, con cara de haber visto a la mismisima muerte gritó "Vámonos de aquí" y sin dejar que reaccionaran sus compañeros echó a correr. Volvían dirección a Brexton cuando algo entre la maleza les acechó. Los investigadores desenfundaron sus armas y esperaron. Un engendro con grandes garras y dientes emergió, ansioso, con la intención de comerselos. Los tres abrieron fuego pero, aun habiendo acertado, la criatura no se inmutó. Los ojos de la criatura se volvieron de un rojo intenso, parecían brillar entre el miedo y, sin poder controlarse, Agno descargó un tiro de su escopeta, acertando de pleno en la cabeza de uno de sus compañeros. Julius se desplomó sin vida.

   Manson, ocupado por deshacerse de la bestia, no vio como los cañones del arma de su compañero biólogo le apuntaban a él. El disparo acertó de lleno en la espalda, dejando al agente como un colador. Tembloroso, con miedo en el cuerpo, Agno veía como sus brazos movían el arma poco a poco, encañonándose a si mismo. Lucho por controlar sus brazos pero, cuando la punta del cañón estaba apoyada en su mentón, su dedo disparó el arma. Fue la última vez que nadie buscó al desaparecido Harowl. El Gul se llevó los cuerpos y, con ellos, las pistas para encontrar a Harowl.

Pasado un tiempo de todo aquello. Tras la muerte de cinco niñas del municipio de Brexton, un cuerpo desnudo atravesó la puerta de la guarida de los Guls. Cruzando del mundo onírico al mundo de los vivos. Sus ojos, desencajados y su rostro demacrado, remarcaban su falta de cordura. Aquel ser había cruzado como un ser humano, pero lo que allí vivió no sabríamos explicar en que lo convirtió.