Se ha alargado un poco la publicación del siguiente fragmento de historia así que hoy será un poco más largo para compensar, como siempre, espero que lo disfrutéis :)
Lo que comenzó con
elogios y felicitaciones, pronto se convirtió en una batalla verbal.
Los eladrines contra el elfo y todos contra el semi-elfo.
Y así fue como los
halló el lord. Interrumpiendo la discusión, les agradece su ayuda y
les invita a una fiesta en su honor por haberles salvado del ataque.
Los aventureros aceptan la propuesta y ponen en común lo que han
visto: un encapuchado con un extraño símbolo y unas runas en el
suelo. Es el mago quién expone en voz alta aquello que los otros
piensan pero ocultan. “Yo he visto ese símbolo en una extraña
carta que me llegó.” Así que los otros tres también habían
recibido esa extraña notificación. ¿Qué querrían de ellos? En
cuanto son conscientes de esto, el mago propone unir fuerzas, pero
todos reusan por el momento, tienen cosas que hacer por ahora en la
ciudad. Tal vez en la cena puedan hablar de eso más tranquilamente.
Álesmir, el
guerrero semi-elfo, quién había ocultado su identidad usando su
nombre humano, James, se dirigió hacia la casa de su tía Tínfale,
que era el motivo por el cual había viajado hasta allí. Al llegar,
la encuentra cerrada, tras llamar varias veces a la puerta sin
obtener respuesta, decide echarla abajo de una patada.
Está abandonada.
Registra cajones, abre armarios, pero nada, solo hay polvo. En un
intento desesperado, se acerca a la casa contigua, una anciana lo
recibe y le informa de que hace meses que la familia abandonó el
hogar.
Quarion, señor de
la guerra eladrín, sin saber que su objetivo es el mismo que el de
su compañero semi-elfo, prueba suerte con un hombre que pasea
cargado de una caja. Este le indica la dirección a seguir, pero a su
vez le informa de que hace unos meses que se había marchado. Quarion
se va, no sin antes pedirle al hombre uno de los melocotones que
transporta.
Cáralos, el mago
eladrín, decide acercarse a la tienda de artículos mágicos para
averiguar algo acerca de aquellas runas, donde una bruja Tíflin lo
atiende. Allí descubre que son unas runas de teleportación. Ahora
ya sabe cómo llegaron allí esos kobolds, sin duda una información
que sus nuevos compañeros de aventuras encontrarían muy interesante
cuando la compartiera con ellos en la cena. Desgraciadamente, no
logra encontrar ningún libro de conjuros que tan ansiadamente busca.
Élencor, el
explorador elfo, pone rumbo hacía la taberna que había frecuentado
al llegar y que por el ataque no había tenido tiempo de disfrutar.
Nada más entrar, sus sentidos de elfo lo advierten. Alguien lo
observa desde el fondo. Sigilosamente, se desliza hasta él. A boca
jarro, le pregunta por el encapuchado y su interlocutor, alterado, le
insta a bajar la voz “este no es el lugar adecuado, hay una secta
en la ciudad y podrían estar escuchando, reunámonos en el río.”
Tras aquello, ambos se marchan y Élencor va hacia la taberna donde
se dará un banquete en su honor y en el de los otros tres, a pesar
de sus escasas ganas de presentarse. A fin de cuentas, los otros
también han recibido esa extraña carta.