Se que hemos estado algo desaparecidos debido a la universidad, aun así quiero que sepáis que no nos olvidamos de vosotros y mucho menos de nuestros héroes quiénes han vivido unas cuantas aventuras más y están deseando que las conozcáis. Como siempre, esperamos que disfrutéis su historia :D
A llegar al final,
un grupo de cuatro hombres les corta el paso. “¿Qué queréis?”
pregunta el que parece el líder. “Buscamos al mago Zacarus.”
Responde Cáralos “¿Quién osa perturbar su descanso?” insiste
el desconocido. “Solo queremos averiguar que le ha ocurrido.”
Repite el mago. “Marchaos si no queréis morir.” Es en ese
momento cuando Quarion da un paso adelante y desenvainando la espada
intenta intimidarlos. “Seréis vosotros los que acabéis muertos si
no nos dejáis pasar.” Fue entonces cuando los desconocidos sacaron
sus armas y se echaron sobre los aventureros.
Al comenzar la
batalla todo parecía ir bien, a pesar de ser bueno guerreros, sus
habilidades no se comparaban a las del grupo de aventureros. Hasta
que de golpe, los desconocidos se transformaron ¡Eran polimorfos! Un
hombre lobo y tres hombres rata. Las tornas habían cambiado y la
batalla se declinaba a favor de los enemigos.
No es hasta que lo
héroes observan que lo enemigos sanan sus heridas a gran velocidad
que no son conscientes de que combatirlas por separado es inútil.
Una vez descubierto el secreto, comienzan a centrarse en atacar en
grupo, eliminado rápidamente a todos hasta quedar solos frente al
hombre lobo, quien al morir, deja escapar una maldición.
Una vez acabada la
batalla, les espera una nueva puerta, la tercera del día, pero esta
vez es Quarion quién hace los honores estampando la suela de su bota
en ella. Solucionado el asunto, descubren una amplia sala cuadrada
alumbrada por antorchas, situadas en cada esquina, y con un altar en
el centro donde se alza un cofre. Se disponen a dar un paso adentro,
pero Élencor se detiene de pronto. “Fijaros, esas baldosas a los
pies del altar son ligeramente diferentes, esto me da mala espina.”
“Yo percibo una ligera bruma mágica que proviene de ese cofre.”
Añade Cáralos. “¿Por qué no probamos a tirar los cadáveres de
esos tipos?” Propone Quarion. Todos asienten y Álesmir vuelve
sobre sus pasos, toma al inerte cuerpo del hombre lobo, se acerca al
umbral de la puerta y desde allí lanza el cuerpo justo donde el elfo
le indica.
En cuento los
despojos del muerto tocan el suelo, este se abre con un ruido de
engranajes viejos, haciendo desaparecer el cuerpo. “¿Podremos
cruzar ya?” pregunta el mago. Sin mediar palabra el semi-elfo lanza
otro cuerpo al lado de la trampa ya activada. Otra vez lo mismo,
apenas una milésima de segundo y el cuerpo ha desaparecido entre
chirridos metálicos. Para asegurarse, Quarion decide lanzar un
tercer muerto al altar, el cuerpo impacta, salpicando de sangre y
sesos el altar y de la potencia y se escurre por él hasta caer en
el pequeño foso que forman las trampas ya activadas. “Parece
seguro.” Concluye Élencor.
Las trampas ya
estaban neutralizadas, pero un nuevo problema surge, ahora un pequeño
foso les separa del altar. El mago prueba a usar su magia y atraerlo,
pero pesa demasiado y no se mueve ni un ápice. Tras un debate, el
semi-elfo decide arriesgarse a cruzarlo de un salto. Toma carrerilla
y cruza por los aires el foso, aterrizando a escasos metros de las
manchas que había dejado el cadavérico hombre rata. Con cautela se
acerca al cofre, prueba a abrirlo pero una cerradura se lo impide.
“Está cerrado y no puedo romperlo.” Informa a sus compañeros.
“Prueba a lanzarlo hasta aquí y yo lo recojo.” Sugiere Quarion.
“Es demasiado pesado para eso. Alguien va a tener que venir aquí a
abrir la cerradura.” Concluye. El explorador suspira, sabe que es
el único capacitado para eso, pero recela de alcanzar el otro lado
del foso. El semi-elfo se acerca al borde y le tiende la mano.
Como temía, el elfo
se queda un poco corto, aún así, logra alcanzar la mano de su
compañero. Durante un momento, el peso del elfo desequilibra al
guerrero que a punto está de caer, pero finalmente, se mantiene
erguido y logra alzar a su aliado, quién pende sobre el foso.
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