Una vez finalizadas
sus tareas, los cuatro héroes se reúnen de nuevo, se reparten las
ganancias equitativamente y deciden el siguiente paso a tomar. Puesto
que ya es mediodía y todavía no tienen nada que contar a Sombra,
Élencor propone volver a la Bodega del goblin astuto y ver si
finalmente han sido aceptados en el culto a Orcus.
La taberna se
encuentra más despejada que la noche anterior, pero aún así,
el número de maleantes es notable. “Bueno, visto lo bien que se
desenvolvió el semi-elfo la otra vez, creo que debería acercarse él
a ver cómo anda el asunto.” Dice el explorador. Los demás
asienten y este marcha hacia el tíflin que sigue en el mismo lugar
detrás de la barra que ocupaba la noche anterior.
“Vengo por el
asunto que te comentó mi amigo, ya sab…” -comienza a decir
Álesmir al llegar a la barra donde el tabernero limpiaba un jarra
con un trapo que acumulaba más mugre de la que pretendía limpiar-
“SHHH, baja la voz – replica el tabernero agazapándose – aquí
no se puede hablar de eso, vamos atrás.” Ambos marchan a la
despensa, alejados de las miradas curiosas.
“Así que queréis
entrar en el culto de nuestro señor Orcus ¿A qué se debe este
interés? Pregunta el viejo tíflin.
“Llevamos meses
adorando al príncipe oscuro, pero ya estábamos cansados de ser
meros aduladores, queríamos algo más… Ritual. Ser de utilidad a
nuestro señor.”
“Ya veo… De
acuerdo, como tienes buenas referencias hemos decidido daros una
oportunidad, pero primero tendréis que superar una prueba.”
“Pues di cual es.”
El posadero le
informa de que en tres días llegará un carruaje y que deberán
saquearlo y apoderarse de su contenido. Cuando Álesmir comparte la
información con el grupo, Élencor se muestra reacio a la idea. “No
quiero tener nada que ver con saqueos, eso es cosa de bandidos.”
Tras una larga charla, logran concretar un plan para asaltar la
caravana sin tener que provocar daños a terceros y así evitar toda
similitud con los tan detestados – por Élencor – bandidos. Ahora
que tenían toda la información, es momento de ir al segundo
banquete en su honor. Al parecer, comer gratis es una de las ventajas
de ser un héroe.