Álesmir y Cáralos
vuelven sonrientes a la mesa. “Ya está hecho, van a darnos lo
oportunidad de unirnos.” Sombra les mira sin comprender. “¿Qué
tiene eso que ver con ser héroes?” “Pues que antes has dicho que
te daban problemas. Ahora tienes a unos hombres infiltrados y en
apenas unos minutos ¿No te vale eso?” “Vaya, para ser un sucio
semi-elfo usas la cabeza” interrumpe de pronto Élencor. “Está
bien, todos habéis demostrado vuestra valía, nos veremos mañana en
el río”.
Una vez superada
aquella difícil prueba, el equipo decide mantenerse junto y hacer
tiempo investigando la desaparición de Zacarus.
Después de una
larga caminata por el bosque, son emboscados por unas ratas
terribles, unos peligrosos monstruos enormes que no les dan cuartel.
La batalla se presenta cruenta y dura, incrementándose su intensidad
cuando de pronto surgen unas ratas gigantes, que a cada mordisco
infectan a nuestros héroes, provocándoles fuertes fiebres.
Finalmente, tras muchas estocadas, flechas e innumerables y
mortíferos hechizos, logran exterminar a las ratas, pero la batalla
les ha agotado y deciden montar un campamento para poder descansar.
Una vez recuperadas
las fuerzas, continúan adentrándose en el bosque hasta llegar a una
pared rocosa, donde se percibe una puerta esculpida. Tras investigar
que no hay peligro con la percepción élfica, comprobar que no es
una puerta que funcione con magia y descartar la absurda propuesta de
escalar la pared, el guerrero del grupo carga contra la piedra y la
derriba. Se adentran entonces en una gruta totalmente oscura, la
cual, gracias al mago del grupo, pronto queda iluminada. Pero no todo son alegrías pues no tardan en
descubrir que la gruta se encuentra atestada de cadáveres putrefactos de
animales.